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LAS RUPTURAS EN LA RELACIÓN TERAPÉUTICA Y UNA PROPUESTA A LA REPARACIÓN
Paulina Gutierrez

La interacción entre un paciente y un terapeuta siempre está cambiando. A veces la comunicación y la relación es positiva, y tanto el paciente como el terapeuta se sienten en sintonía y conexión. Sin embargo es inevitable que existan momentos de inestabilidad y de rupturas en la interacción terapéutica. Pues las rupturas son inevitables y ocurren en todas las terapias, con terapeutas de todo nivel de habilidad, Mitchell et al (2011). 

Entender la naturalidad, así como las habilidades que se requieren tanto para reconocer los factores que conllevan a una ruptura, como para reparar y reconstruir la relación, son temas que nos deben interesar a todos los profesionales que trabajamos con niños, adultos y  familias.  

Para comenzar con la reflexión sobre las rupturas en las relaciones terapéuticas es importante comprender el concepto: “la ruptura en la alianza se define como una tensión o un desajuste en la relación colaborativa entre el paciente y el terapeuta. Aunque el término ruptura pueda implicar en algún punto un deterioro dramático en la colaboración, en realidad las rupturas varían en su intensidad: desde rupturas relativamente menores en el que uno o ambos participantes pueden estar vagamente conscientes de esto, hasta deterioros mayores en la comunicación, entendimiento o colaboración (Safran et al. 2011).”  

Existen diversas causas que ocasionan una ruptura en el proceso terapéutico, pero las más comunes son: 

  1. Malinterpretar el mensaje del niño. En muchas ocasiones, los niños no dicen con palabras exactas lo que necesitan o lo que tienen en mente. También es cierto que lo que pueden expresar con conductas como llanto o grito, puede confundir la comprensión de la verdadera necesidad. Los profesionales requieren la habilidad atender a lo más profundo del ser humano y no dejarse llevar sólo por lo observable, así como analizar y entender el perfil de fortalezas y áreas de oportunidad de su paciente. 
  1. Falta de claridad del mensaje por parte del adulto. El adulto también se confunde y no siempre expresa con claridad y lógica lo que espera de un niño. La habilidad de ser congruentes implica: el uso y manejo del lenguaje no verbal; asegurar los canales de entrada de información, ya sea de manera verbal o sensorial; graduar la cantidad de ayuda que requiere el niño; y verificar la comprensión del mensaje.  
  1. La puesta de límites conductuales. La estructura de la terapia conlleva la puesta de límites, al igual que existen conductas como la agresión que no pueden permitirse en un proceso terapéutico. Cuando un terapeuta no permite una conducta o acepta la solicitud del niño, se crea la tensión suficiente como para terminar en una ruptura. Sin embargo, las siguientes habilidades le permiten al profesional disminuir la posibilidad de llegar a una ruptura: conectar con el cerebro límbico del niño, es decir, entender y respetar la emoción; reflejar el deseo del niño, lo que significa hacerle saber que entendemos su necesidad aunque en ese momento no podamos satisfacerla. Generar reflexión sobre lo sucedido y las emociones que implicaron, evitando solucionar el problema con tal de evadir la o las emociones.  

Conocer la manera de retomar el vínculo requiere la capacidad de identificación y manejo emocional por parte del adulto, aunque existen estrategias que ayudan en el proceso de reconectar con el otro. A continuación se mencionan algunos puntos a considerar que fueron tomados del libro Parenting from the inside out de Daniel Siegel.  

  • Retomar la interacción a su debido tiempo. Sólo cuando sintamos calma y dejemos a un lado las emociones como el enojo o la frustración es que podemos plantear una reconstrucción con el otro. Realizar una actividad relajante, guardar silencio, inclusive mantener cierta distancia, pueden ser estrategias que ayuden a retomar la relación.  
  • Ajustar el lenguaje. Ponerse a la altura del niño, utilizar la misma cantidad de lenguaje que él o ponerse al mismo nivel lingüístico y hacer uso de gestos y movimiento suaves con el cuerpo. Hay que considerar que los niños pequeños es posible que necesiten el contacto físico más cercano, mientras que los más grandes agradezcan cierta distancia.  
  • Respetar el tiempo del niño. Así como nosotros nos dimos tiempo para calmar las emociones, los niños también requieren su tiempo y espacio.  
  • Reconocer nuestro papel en la ruptura. Tomar responsabilidad de nuestras acciones y hacerle saber al niño nuestro sentir, nuestra emoción y la idea que las acompaña.  
  • Atender ambas experiencias y llevarlas al diálogo. En caso de niños mayores es posible comentar la vivencia desde ambas perspectivas buscando la reconciliación, recordando que es importante evitar culpar o enjuiciar.  

El crecimiento como terapeutas necesita apostar por la complejidad y riqueza de la relación y el vínculo, tanto intrapersonal como el interpersonal.  

Bibliografía: 

Siegel, D., & Hartzell, M. (2014). Parenting from the inside out. scribe. https://es.scribd.com/read/246535614/Parenting-from-the-Inside-Out-how-a-deeper-self-understanding-can-help-you-raise-children-who-thrive 

Salgado, M. E. (s. f.). Resolución de rupturas en la alianza terapéutica. Una revisión bibliográfica. REDALYC. Recuperado 22 de enero de 2021, de https://www.redalyc.org/jatsRepo/4835/483551471008/html/index.html