Siete olmedo®

EL ARTE DE ESCUCHAR
Lic. Nabile Gutierrez Ruiz

Lic. Nabile G Ruiz

Aunque parezca una tarea tan sencilla, que utilizamos día a día, escuchar va más allá de oír palabras saliendo de la boca de otra persona. Es estar presente de forma plena y absoluta para el otro, dejar a un lado tus juicios, vivencias, opiniones, consejos, percepciones, interrogatorios, etcétera.

Es tener la taza vacía, es decir, poner tu mente en blanco, estar totalmente receptivo para el otro, tener una total apertura hacia lo que el otro necesita comunicarnos, estar dispuesto a entender la realidad del niño, no pretender arreglar nada, solo escuchar. Recuerda que cada ser humano es diferente y por lo mismo percibe el mundo de manera única y particular, ninguno está equivocado, simplemente cada uno siente a su manera.  A veces, lo que a ti te parece algo irrelevante, para el otro puede ser un gran problema.

Mostrar empatía es una de las mejores herramientas que podemos usar para favorecer la comunicación y enriquecer la motivación del niño para mostrar lo que siente. El lenguaje de la empatía no siempre emerge de manera espontánea, a muchos de nosotros nos enseñaron a negar nuestros sentimientos, es necesario practicar día a día con las personas que nos rodean para mejorar nuestras habilidades de empatía.  En ocasiones, es complicado para el niño decir cómo se está sintiendo, pues la mayoría de las veces no  se identifica lo que pasa dentro de ellos y el adulto puede complicarlo más sino sabe cómo escuchar.

Es importante que el niño se autorregule, pueda calmarse, aceptar su sentimiento y posteriormente pensar en una solución. Muchas veces, después que el niño logró decir cómo se sentía y de sentirse comprendido, las respuestas surgen de él mismo.

Estas son algunas acciones que interfieren con la comunicación asertiva con los niños:

  • Negar los sentimientos del niño: “No te pegaste tan fuerte, no entiendo por qué lloras”.
  • Ofrecer un consejo: “Tengo hambre”- “come algo”.
  • Interrumpir mientras el niño está hablando: esto desalienta al menor a continuar intentando explicar lo que pasa dentro de él.
  • Hacer preguntas: además de la carga emocional que tiene el pequeño, las preguntas pueden llevarlo a sentirse más presionado para dar una explicación razonable.
  • Resolver por él: “sino te presta el juguete, usa otro”.
  • Mandar: “deja de llorar y mejor pide una disculpa”.
  • Juzgar y criticar: “yo creo que tú no le debiste haber pegado, eres un niño mal educado”.
  • Pretender que no pasa nada: Todo lo que no se expresa con palabras se actúa. Si el niño omitió lo que sentía, entonces actuará así hasta que pueda verbalizarlo.
  • Ser sarcástico con la situación que está pasando.
  • Dar sermones o explicaciones extensas que, en ese momento, el niño no está receptivo para entender.
  • Hacer amenazas: “si no puedes dejar de llorar te vas a quedar aquí”.
  • Usar calificativos despectivos: “¡Qué niño tan llorón!”, “Eres un grosero”.
  • Defender al otro: “tú tuviste la culpa porque le quitaste su pelota”.
  • Sentir compasión: “¡pobre de ti!”.
  • Dar una respuesta filosófica: “Así es la vida y tienes que aprender a ganar y perder, la vida no siempre es lo que esperamos”.

Es importante entender, que habrá ocasiones en las que las emociones del niño no están intensificadas, y en ese momento sí puedes dar un consejo, una recomendación o una explicación extensa.

A continuación, se presenta una serie de recomendaciones que puedes usar como herramientas cuando el niño está tratando de comunicarte algo (con acciones o con sus palabras)

  • Establece un contacto visual.
  • Muestra un interés autentico por escuchar al otro, sin querer dar una respuesta. Sólo escucha y trata de comprender desde la situación del niño.
  • Observa tu lenguaje no verbal ¿está invitando al niño a expresarse? ¿qué mensaje le estás dando con tu postura corporal, movimientos y entonación de voz?.
  • Utiliza silencios que le manifiesten tu comprensión plena, lo niños necesitan tiempo de organizar sus ideas y poder comunicarlas.
  • Algo más importante que las palabras que podamos emplear es la actitud que mostramos.
  • Dale un nombre al sentimiento del niño. Se sentirá profundamente consolado que alguien ha reconocido su experiencia interna.
  • Acepta los sentimientos del niño con una palabra: “mmm”, “entiendo”, “ya veo”.
  • Puedes concederle al niño sus deseos en la imaginación: “me encantaría tener todo el dinero para comprarte todos los juguetes que quieres”.
  • Lo que a las personas les gusta escuchar en un momento de aflicción, no es una palabra de acuerdo o desacuerdo; necesitan que alguien reconozca lo que están experimentando.
  • Están permitidos toda clase de sentimientos, sin embargo, hay acciones que deben restringirse.

Si tú no estás con una actitud para hablar con el menor y confrontar lo que está pasando, puedes decirle al niño que no puedes hablarlo en ese momento, también se vale mostrar que necesitamos tiempo de reflexionar y calmar nuestras emociones. Esto ayudará mucho más que intentar hablar cuando ambas partes están influenciadas por su estado emocional.

Se requiere de un gran acto de fe para creer que, si nos tomamos el tiempo para sentarnos y compartir nuestros verdaderos sentimientos y escuchamos sus sentimientos, encontraremos soluciones adecuadas para ambos” (Faber Adele).

 

Bibliografía

Faber, A., & Mazlish, E. (2014). Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Ed. Diana.