Siete olmedo®

TERAPIA DE LENGUA Y DESARROLLO EN LA ALIMENTACIÓN
Msc Martha Mendoza Gonzalez

Neurociencias Cognitivas y terapia de Alimentacion. 

Cada vez son más los profesionales trabajando en apoyo al desarrollo de habilidades prelingüísticas y el lenguaje que hacen conciencia de la íntima relación entre el desarrollo oral motor en la alimentación y las habilidades necesarias para la fonación y la articulación.  

En este artículo quisiera hacer una reflexión breve a cerca como desde el vientre, con la práctica que realiza el feto para poder alimentarse y posteriormente al nacer en la lactancia y la alimentación complementaria, el desarrollo de las habilidades que le permitirán comer de manera efectiva son el fundamento de un correcto desarrollo de la coordinación, fuerza y conciencia sensorial del sistema orgánico y funcional que se comparte con el lenguaje. Esto con la finalidad de continuar ampliando esta conciencia que nos lleve a evaluar, detectar y canalizar para la atención necesaria que permita un trabajo colaborativo que sin duda impactara de manera importante el pronóstico de los pacientes.  

A partir de los 6 meses de gestación, el feto empieza a practicar la coordinación entre la deglución y la succión, es esta práctica la que le permitirá desarrollar al nacer un patrón de respiración, succión, deglución que le abre la posibilidad a una lactancia que le permita obtener la nutrición necesaria para seguir creciendo, y al mismo tiempo le prepara para la adecuada administración del aire para empezar a emitir sonidos. De la misma manera la posición de la lengua durante la lactancia (0 a 6 meses) le permitirá empezar a emitir sonidos guturales que serán parte de los fonemas necesarios para empezar a comunicarse más adelante. La lactancia, idealmente, se convierte en el entrenamiento de las mejillas y labios para poder obtener la fortaleza necesaria para posteriormente comer otros alimentos, articular y coarticular los sonidos lingüísticos. 

A partir de la iniciación de la alimentación complementaria (aproximadamente a los 6 meses de edad), el movimiento de la parte posterior de la lengua en movimientos ondulatorios para la extracción de la leche empieza a modificarse ante la necesidad de poder deglutir el alimento que llega a la punta de la lengua, estimulando así que la punta y los laterales de la lengua se eleven para poder controlar y deglutir una papilla. Este movimiento nuevo es el que abre las posibilidades de emitir nuevos sonidos elevando la lengua al paladar.  Es también en esta etapa donde la cuchara estimula constantemente el cierre labial que resulta en los sonidos bilabiales que permitirán la emisión de palabras tan esperadas por los cuidadores como “papa” y “mama”. 

Posteriormente, tanto la estimulación de la cuchara, el cambio de la textura en papillas y el inicio a exposición a algunos sólidos (8 meses de edad), la lengua practica constantemente el movimiento lateral que permitirá que, en conjunto con la mejilla y el cierre labial, posicionen los sólidos para la masticación. Esta combinación de movimientos coordinados permitirá incrementar el tono en mejillas, lengua, labios. Lo cual favorecerá que el balbuceo.  

Más adelante (a los 10 meses) con el incremento a la exposición de los sólidos y la práctica constante de las habilidades de deglución y masticación, y el refinamiento de los patrones de movimiento a una masticación circular, y la recolección y distribución fina del bolo alimenticio con la punta de la lengua (de los 12 meses hasta aproximadamente a los 4 años de edad), el aparato fonoarticulador se encuentra en las condiciones necesarias para coarticular y realizar combinaciones más complejas.  

Bajo este enfoque, una dieta variada y completa en la consistencia esperada de acuerdo con la edad del niño, aunque no garantiza que el lenguaje se adquiera sin dificultad, si es un factor muy importante cuando las dificultades para procesar el alimento convergen con retrasos en el desarrollo lingüístico, y al atender las carencias en el desarrollo de las habilidades orales motoras necesarias para la alimentación, se impactará sin duda positivamente el tratamiento del desarrollo del habla y lenguaje.  

Me gustaría concluir mencionando que, aunque en este artículo se mencionan únicamente los aspectos motores en la relación del comer y hablar, esta relación es mucho más profunda y compleja que únicamente en lo que concierne a las estructuras de movimiento que sustentan ambas actividades, por que comer, desde la lactancia es un intercambio social y afectivo, en el cual se establece una comunicación constante entre el infante y el cuidador. Así mismo comer es proceso tan complejo que converge con aspectos fisiológicos, sensoriales, sociales, cognitivos, emocionales y culturales muy relevantes también en la capacidad del niño para comunicarse y aprender a hablar.  

En conclusión, conocer a cerca de los hábitos alimenticios del niño da luz al proceso del desarrollo lingüístico, por lo cual debería ser parte de cualquier proceso de evaluación lingüística.